06 enero, 2017

El populismo son los padres.

El populismo es popular estos días, según parece; hasta el punto de que la han escogido palabra del año para 2016 (enlace). Y, al igual que los Reyes Magos que hoy celebramos, el populismo es una ilusión, un relato de los padres de la cosa para tenernos emocionados ante la perspectiva de regalos.

Porque sólo como ilusión se puede considerar cualquier teoría que pretenda simplificar las complejas sociedades occidentales hasta reducirlas a una única argamasa, el Pueblo, al cual podemos identificar con unas necesidades, una voluntad y, si te portas bién, regalo. Si en algo ha cambiado la sociedad europea en los últimos 200 años ha sido en su progresiva diversificación socio-laboral. Fenomenos como la incorporación de la mujer al mercado laboral, la emigración, la especialización profesional (vertical y horizontal), los nuevos sectores productivos, etc.. han hecho que los esquemas binarios proletario-capitalista hayan quedado completamente desfasados a la hora de analizar la realidad social. Donde antes sólo había reyes o pajes, ahora la lista es inacable (tenemos obreras y funcionarios, autonómos y estudiantes, pensionistas y directivas, empresarios de todos los tamaños, parados y mileuristas, etc..)

¿Niega esta diversidad la lucha de clases? No, en absoluto. Pero sí la hace mucho más compleja y, en muchos casos, contradictoria. Un autónomo, ¿es casta? Cuando los trabajadores de un servicio público, de forma legítima, van a la huelga, ¿lo hacen representando sus intereses de gremio o el interés popular? Los ciudadanos afectados que reclaman contra la huelga, ¿son casta? ¿Los funcionarios son proletarios? Los esquemas de blanco y negro ya no sirven, si es que alguna vez fue el caso.
  
Hete aquí que donde más se manifiesta la naturaleza mágica del populismo es en su capacidad para leer de forma unívoca la voluntad popular. Si los Reyes Magos adivinan, nadie sabe cómo, los regalos deseados por millones de niños, el populismo se erige, cual Estrella de Belén que ejerce de guía, en lector y portavoz de un interés que se autoetiqueta como general y, por tanto, inefable. Lo dicho, pura magia.

Pero este carácter inequívoco e indivisible del populismo encierra carbón, mucho carbón. ¿Qué ocurre cuando la voluntad popular no encaja con lo que escoge la ciudadanía en las urnas y otros partidos resultan ganadores? La falsa conciencia de clase, un clásico. ¿Y cómo vamos a pactar con otras opciones si nuestro programa electoral es la representación de la voluntad popular? Traición a las clases populares, otro gran clásico, como los propios Reyes Magos.

Si los movimientos progresistas aspiran realmente a la hegemonía (que fea
palabra, por cierto) en las sociedades occidentales, el camino debe ser otro. Aquellos que, como yo, fueron a la E.G.B seguro recuerdan el concepto de Mínimo Común Denominador, aquel elemento que era divisible para todos los números de un conjunto. Así, hay toda una serie de intereses que pueden ser comunes a una gran parte de la ciudadanía (sanidad, educación, lucha contra la corrupción, fiscalidad justa, eficacia de la gestión del Estado, etc..) y que sí están confrontados con los de las élites extractivas que influyen en el Estado para satisfacer sus intereses particulares.

Se argumenta a menudo que el uso de los conceptos populistas (pueblo, casta) en la comunicación política permiten acercarnos a la ciudadanía y vehicular el debate de forma más efectiva. Aparte de ser enormemente condescendiente (otro clásico de la izquierda), este analisis recuerda a aquellos padres que insisten en los Reyes Magos cuando sus hijos hace tiempo que saben la verdad. Si los ciudadanos regimos nuestras vidas por un cálculo constante de intereses, ¿por qué en el ámbito político se nos debe hablar como a niños pequeños? 

Para construir proyectos con aspiraciones de transformación real, estos deben madurar su discurso y aceptar la sociedad como lo que es (una suma de intereses particulares y colectivos) y no como lo que nos gustaría que fuera (Patria, Pueblo, Nación). Descubrir que los Reyes Magos son los padres siempre es un pequeño trauma infantil. Pero mucho más traumático resulta para una sociedad que los adultos se crean que realmente lo son.


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